lunes, 23 de abril de 2018

“Intención y Silencio en el Quijote”


Como homenaje a Cervantes y al día del libro tenemos como tema de la Tertulia “Intención y Silencio en el Quijote”, del cual destacamos los siguientes puntos de análisis:

1ª Cervantes le da una gran importancia a los silencios, referidos éstos a lo que se calla intencionadamente o no: “…pido que no se desprecie su trabajo y que le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir”.

2ª Pero por otro lado, también exige cierto compromiso con el hacer, el decir: “…un hombre no es más que otro, si no hace más que otro”. “… las obras que se hacen declaran la voluntad que tiene el que las hace”.

3ª Para Cervantes el hombre ve las cosas a través de sus gustos o deseos. Creemos fácilmente aquello que deseamos y a veces forzamos nuestra visión del mundo para ajustar los hechos a nuestros preconceptos: “…y eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa”.

4ª Contra la murmuración, el insulto, la mordacidad, la envidia y el odio que genera la sociedad, también nos ofrece su visión: “…No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar; ve con tu segura conciencia y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mismo que querer poner puertas al campo”.

5ª Sobre la asignación personal de la cultura distingue perfectamente quienes son merecedores de ella: “…y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en el número de vulgo”.

6ª Cervantes, dialécticamente, se ha adelantado cinco siglos a su época. Nos muestra que la ideología es el hacer y que no hay enseñanza más eficiente que la emanada de la imagen percibida por el lector. Ese es su método. “…yo te perdono conque te enmiendes y con que no te muestres de aquí en adelante tan amigo de tu interés, sino que procures ensanchar el corazón”.

7ª Cuando Sancho declara su asombro por el hecho de que Altisidora pudiera haberse enamorado de una figura tan risible como la que mostraba su amo, don Quijote le advierte: “…Sancho, hay dos maneras de hermosura, una del alma y otra del cuerpo. La del alma se muestra en la honestidad, en la liberalidad y en la buena crianza. La del cuerpo si no va acompañada de estos valores, se queda en nada”.

8ª La palabra deambula en el campo de la libertad y constituye la nueva causa de la dignidad humana. Renunciar a esta conciencia supondría el abandono del propio desarrollo, abdicar de todo objetivo humanístico: “…llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitantes no se miran en muchas delicadezas; cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia.

9ª Don Quijote declara la guerra a la Santa Hermandad, es decir a quienes son representantes del poder establecido: “…venid acá, gente soez y mal nacida, ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorred a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah, gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento…! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad…”.

10ª Cuando el tirano se inspira en garantizar su seguridad y pervivencia, no para en barras, ni viene a examinar si sus agentes son más o menos idóneos: “…y más que por muchas experiencias sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno gobernador, pues hay por ahí ciento que no saben leer…”, “…porque tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor”.

11ª La censura es una carga demasiado pesada en el ánimo del hombre de pensamiento. El temor le invade, sumiéndole en la confusión y el desconcierto. Lo más cómodo es aceptar las cosas como están y renunciar a toda aventura: “…si no me entienden, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. Pero no importa; yo sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho”.

12ª En toda sociedad organizada con sujeción a normas aptas para su propia evolución y desarrollo (sociedad de derecho), la libre crítica, los grupos de oposición son una garantía de moralidad pública: “…entiendo que los jueces y gobernadores han de ser de bronce, para no sentir las importunidades…”.

13ª El hombre se sumerge en el tener y olvida el ser. Nada es atractivo ni estimulante para él, salvo el fenómeno de la riqueza: “…la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen. Y la carestía, aun de las malas, se estima en algo”. Refiriéndose al abandono temporal de su rucio nos declara su profundo sentimiento: “…pero, después que os dejé, y me subí por las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado en el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos”.

14ª Cervantes (ya hemos tenido ocasión de meditar sobre ello) sabe llorara a España. Una España creada por la mala conciencia de nuestros compatriotas responsables (perennes mandatarios), que los hombres de honesto juicio rechazaron siempre con desprecio: “…porque los extranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros y por ignorantes, viendo los absurdos y los disparates de las que hacemos”.

15ª ¿Por qué asegura Cervantes que los escritores españoles eran tan despreciados? No nos lo dice, pero la causa no le es ignorada. Entre los escritores extranjeros había comunicación y libertad. En España era peligroso incluso leer a Erasmo. La poderosa Inquisición, con su filipesca política del cordón sanitario, impedía toda confrontación y consiguientemente, todo desarrollo. Nos cocíamos en nuestra propia salsa, cada vez más consumida, más concentrada por el continuo hervir, hasta llegar a la pestilencia por abrasión.

16ª Para los que piensan que Don Quijote no está loco sino que es una forma de ver la vida, este relato quizá defina a este personaje de Cervantes:
Si me siento impulsado a decir la verdad por miedo al castigo, o ayudar a un amigo para no perderlo, o a cumplir una promesa potr miedo a que alguien se entere y piense mal de mí, estoy haciendo lo que debo. Sin embargo, cuando los motivos para actuar son el miedo, el egoismo o la conveniencia, realmente no soy libre. Actúo condicionado por el fin que persigo: evitar el castigo, no estar sólo o que todos piensen que soy buena persona. Mi moral es así heterónoma, es decir, sus normas de actuación dependen de criterios externos.
En cambio, cuando digo la verdad, o ayudo a un amigo, o cumplo mis promesas porque tengo el íntimo convencimiento de que es lo que debo hacer, me doy cuenta de que nadie más que yo mismo me obliga a actuar así. Cuando no importan ni los posibles castigos, ni los intereses personales, ni lo que piensen de mi, actúo con absoluta autonomía; lo que cuenta es la convicción de que cumplir con mi deber supone respetar la dignidad de las demás personas y la mía propia.

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