Después de unos minutos de tormenta de ideas, iniciamos la Tertulia con
el tema propuesto para este día: “La
Transición, ruptura o continuismo”. De entre todas las aportaciones realizadas
cabe destacar las siguientes:
La
transición ha sido presentada con frecuencia como la materialización de un
proyecto de cambio elaborado y dirigido desde las instituciones políticas, con
el rey Juan Carlos y los reformistas del franquismo como principales actores,
con un papel especialmente destacado de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández
Miranda, y con la sociedad española como mera espectadora.
Mucho más
sólida es la interpretación que resalta la extraordinaria relevancia de los
cambios socioeconómicos experimentados por la sociedad española desde el inicio
de la década de los años sesenta para explicar la transición. Sin embargo,
presentar el cambio político como la consecuencia mecánica e inevitable de la
modernización económica y social implica minimizar hasta extremos excesivos el
papel de los diversos actores, políticos y sociales, que intervinieron
decisivamente en la transición.
2ª Al principio no fue la Transición sino un periodo o proceso de
transición. Al principio quiere decir hace muchos años: de la búsqueda de una
mediación que pusiera fin a la Guerra Civil estableciendo un “régimen de
transición”, habló Manuel Azaña, presidente de la República, desde 1937; un
“periodo de transición” reclamó para España en 1946 el que fuera presidente del
Gobierno de la República, Francisco Largo Caballero, y, con idéntica expresión,
José María Gil Robles e Indalecio Prieto firmaron en el exilio un acuerdo con
el propósito de impulsar en 1948 la intervención de las potencias democráticas
que pusiera fin a la dictadura.
3ª De un proceso de transición pacífica a la democracia no dejaron de hablar
los comunistas desde 1956 y en lo mismo insistieron socialistas, liberales y
democratacristianos en 1962. Y saltando en el tiempo, y para no hacer esta
lista interminable, por un “periodo de transición” se manifestaron, entre
prolongados aplausos del público puesto en pie, los participantes en el ciclo “Las
terceras vías” celebrado en Barcelona en junio de 1975, meses antes de la
muerte del dictador. Eran ellos Antón Cañellas, Josep Solé Barberá, Joan
Reventós, Jordi Pujol, Josep Pallach y Ramón Trías, y es significativo que en
su declaración final abogaran por “la transformación pacífica del sistema legal
por medio de Cortes constituyentes elegidas por ciudadanos mayores de 18 años,
mediante sufragio universal, secreto y directo”, poco más o menos lo que el
Gobierno de Suárez propondrá un año después.
4ª De manera que un proceso de transición como el español,
caracterizado por la incertidumbre y la improvisación, por la violencia
criminal y los obstáculos de que estuvo sembrado el recorrido definen su ser o
esencia. De hecho, las actuales prédicas sobre el agotamiento, la agonía, los
estertores o el último suspiro de la Transición como régimen, parten del
supuesto de que en aquel acontecimiento es donde hay que buscar la causa de
todos los males del presente, del bipartidismo a las tensiones territoriales,
de la corrupción al aumento de la desigualdad, de los salarios de miseria al
éxodo de jóvenes en busca de trabajo.
5ª Hoy se atribuye a la Transición el embrollo autonómico en el que ha
venido a desembocar lo que comenzó como demanda o exigencia de autonomías
regionales. Uno de los problemas derivados de este proceso fue precisamente que
la Constitución, en lugar de cumplir su papel como “acto de desconfianza” se
excedió en la confianza otorgada a los políticos que habrían de administrarla,
pues al no señalar límites nítidos entre las competencias del Estado y de las
comunidades autónomas, permitió que todo quedara al albur de las clases
políticas que habrían de consolidarse en las nuevas entidades políticas y
administrativas
6ª Bancos, constructoras y élites políticas subordinadas al servicio de
los anteriores como fundamento de gobierno y de poder son parte de los
fundamentos de la estructura de poder del régimen de la Transición. Los que no
se presentan a las elecciones determinan las políticas públicas y saquean las
arcas públicas. Al otro lado los sectores populares, la mayoría social, que en
su sentido común creían que vivían en democracia. Los que desde los Pactos de
la Moncloa perdiesen de forma continuada derechos laborales y sociales para
adaptar España al nuevo esquema de acumulación de capital.
7ª Todo esto bajo el marco legal de una Constitución que nació gracias
a la lucha antifranquista, una lucha que permitió que el franquismo no
continuase tras la muerte de Franco, obteniendo conquistas de libertades
democráticas y declaraciones importantes de derechos sociales, aunque sin
ningún marco de exigibilidad de su cumplimiento. Una Constitución con la que
gran parte de la ciudadanía estaría satisfecha si se cumpliera y que los
propios poderes económicos y sus élites políticas rompieron en tiempo record y
la cual ya hoy en día ni existe tras la reforma aprobada por el PSOE y el PP en
el año 2011.
8ª Es claro que en toda negociación, quien más poder acumula más
beneficio obtiene. En este sentido parece lógico que las fuerzas provenientes
del franquismo disponían de todo el aparato del Estado así como de los poderes
facticos que quedaron intactos.
9ª Por otro lado, parece razonable por no decir necesario, era
importantísimo avanzar en las conquistas democráticas partiendo de la realidad
existente.
10ª Ciertamente que en los primeros momentos el aperturismo democrático
supuso una cierta reconciliación. No obstante pasado el fulgor inicial se
empezó a descubrir que la reconciliación sólo se daba entre quienes habían
ejercido el poder impidiendo o poniendo trabas a la recuperación de la Memoria
Histórica, elemento fundamental para poder hacer borrón y cuenta nueva.
11ª La Transición como acontecimiento no es más que una entelequia:
atribuirle los males presentes con el propósito de cambiar el pasado es el
mejor camino para perder el futuro.
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